Entrevista a Luis Manuel Martínez Lebrón, autor del libro "El corazón de los fantasmas"
Cuando los
fantasmas se desbordan, correteando de un lado al otro de nuestras vidas, todo
hecho real se convierte en irrealidad y viceversa —concluyo durante la amena y
sorprendente conversación con Luis Manuel Martínez Lebrón, dueño de El corazón de los fantasmas, nuevo libro
de la Editorial Voces de Hoy, el cual tuve el privilegio de conocer durante su
proceso de edición.
Martínez
Lebrón se acomoda un poco en su sillón de azafato y mira a través de los
cristales del avión el paisaje que se queda atrás, mientras en su mente
florecen nuevas formas, personajes y tramas que luego las convierte en
suculentos manjares narrativos. Le robo un poco de su tiempo libre para
preguntarle sobre algunas de sus más íntimas ideas, y con ellas elaborar la
entrevista a salir en nuestra Revista Entre
Líneas.
Lanzo la
primera pregunta, para aclimatarnos poco a poco en el tema. Luis Manuel,
sabemos que usted posee un máster en Literatura Hispanoamericana de la Loyola
University en Chicago, y que ha enseñado español en varias instituciones de
educación superior, tanto en Estados Unidos como en su natal Puerto Rico. ¿Su
afición literaria nace antes o después de estudiar la carrera o dedicarse a
ella?
Mire usted Margarita, irónicamente la lectura
siempre resultaba un tormento para mí, pues la pereza me alejaba de los libros,
hasta que todo cambió en mi último año de secundaria, cuando tuve que leer Cien años de soledad. Tal
vez usted no lo crea, pero me perturbaba la idea de leer un libro tan grueso,
sin embargo una noche de tenaz aburrimiento busqué un escape al tedio y me
animé a abrir la novela.
Imagino su
sorpresa, le corto risueña, tras lo cual prosigue:
Tiene toda la razón, esa noche no solo abrí, por
primera vez, un libro con la intención de leerlo, sino que también corrí la
cortina de un mundo de ficción que vivía inactivo y pasivo entre aquellas
páginas, en espera de mi descubrimiento. Desde entonces no pude dejar de
interesarme por la descendencia del general Buendía, la vida en Macondo, y de
mil otras historias que más tarde llegaron a mis manos.
El Gabo ha
marcado a muchos con su narrativa, le comento, para que continúe su valoración
del tema:
¡Sí!, yo soy uno de ellos. Gracias a la habilidad
narrativa de Gabriel García Márquez y de otros autores, que siguieron después,
comenzaron a crearse imágenes en la mente, que se convertían en el sello que
identificaba cada libro, cada historia, cada autor. Tiempo más tarde, en la
universidad, me matriculé en varios cursos de literatura y hasta decidí irme a
estudiar a Francia para aprender el idioma y poder leer las obras de Moliere.
Entonces Luis
Manuel, su cambio fue radical, se lanzó de la pereza a la búsqueda incansable,
le sugiero.
No lo creerá, pero de esta manera me volví adicto a
la magia de la literatura, pues con cada nueva historia que leía, mi mente
reconstruía ciudades y pueblos; diseñaba casas y habitaciones e imaginaba
rostros y conductas humanas impensadas. Sobre todo, las historias me regalaron
la oportunidad de viajar (que fue mi primera y verdadera pasión) sin salir de
la habitación de mi casa.
Luis Manuel ¿Usted
tiene algún antecedente familiar o son solo estas lecturas lo que lo mueven a
crear su propia obra?
Realmente comencé a escribir, por casualidad. Una
tarde encontré un viejo diario y cuando hojeé sus páginas en blanco, no pude
dejar de compararlas con mi existencia. Entonces comprendí que no podía
continuar con una doble vida: una incierta e inestable; la otra oculta y vacía.
Hasta ese momento era un hombre heterosexual, mientras mantenía mi verdadera
identidad gay en
las sombras; como un fantasma que divaga entre seres vivos, pero que nadie ve.
Todos me rodeaban, pero no me podían ver. Yo no se los permitía.
Pero ¿ni su
familia más cercana lo sabía? Indago intrigada:
¿Qué le puedo decir? Mis familiares sospechaban
acerca de mi orientación sexual, pero nunca me interrogaron al respecto.
Durante ese tiempo, me aterrorizaba conversar sobre el tema de la
homosexualidad, por temor y vergüenza, aunque tampoco encontraba el valor de
buscar un terapeuta, pues me desanimaba la idea de confiarle mis verdades más
ocultas a un desconocido.
Entonces, ¿cómo
llegó a descubrir sus fantasmas delante de los demás?
Pues de una manera inesperada, resulta que otro día
volví a mirar las páginas del diario —hundido en un basurero de pastillas
contra la depresión y cansado del control dictatorial que la Iglesia mantuvo
sobre mí—, se me ocurrió descargar mis conflictos en aquellos papeles vacíos
que me invitaban a desahogar los secretos que me atormentaban y me deprimían.
Así surgieron las historias que, poco a poco —sin pretensiones— se convirtieron
en mi primer libro: El corazón de los fantasmas.
Cuando leí su
libro para confeccionar el prólogo, sentí que la temática es bastante fuerte,
cada cuento promueve una arista diferente de una verdad sellada antes, a cal y
canto; ¿son producto de la realidad que lo circunda o son pura ficción?
Le seré muy sincero Margarita, se me hace muy
complicado contestar esta pregunta porque los personajes de estas historias son
ambiguos o hermafroditas literarios, pues reúnen rasgos masculinos y femeninos,
humanos y fantasmagóricos, reales y ficticios. ¿Cómo puedo explicarle? Mire,
para las sociedades machistas, los homosexuales son hombres que desean ser
mujeres, y en El corazón de los fantasmas, mis personajes son seres humanos obligados
a mentirles a los demás y a sí mismos, para sobrevivir en una sociedad hostil.
Lo comprendo
perfectamente, el tema no me es ajeno porque lo he trabajado varias veces,
incluso ahora con más frecuencia, tal vez por la época, pero ¿existe en los
personajes algo de usted mismo?, insisto.
Hay de todo un poco, por un lado, ellos son reales
ya que en todas las historias hay elementos autobiográficos: vivencias,
recuerdos o anécdotas personales. Sin embargo, es importante recalcar que estos
personajes son las voces que confiesan las dicotomías de mi vida: entre mi
forzada y falsa heterosexualidad y mi verdadera pero oculta orientación sexual;
entre mi espiritualidad y la condena de la Iglesia; entre la aceptación
familiar y mi felicidad personal. Por otro lado, los personajes y sus
circunstancias son parte de mi imaginación, pues llevé mis realidades al
extremo de la exageración, de la suposición y de los deseos de encontrar
soluciones que me liberaran del fantasma que me acompañaba; o de inventar
personajes impactantes que despertaran fuertes emociones en los lectores y así
poder educar a través de las moralejas que se ven entre las líneas de mis
historias.
¿Usted cree
Luis Manuel, que esta inclinación sexual provoca la creación de una célula
social diferente? ¿Esa realidad convoca a un determinado comportamiento al
margen de los cánones preestablecidos?
Antes que todo, deseo aclarar que no defino mi
homosexualidad como una inclinación ni una preferencia porque la primera se
presenta como una desviación, un desnivel o favoritismo y la segunda, como una
voluntad, elección y parcialidad. De poderse modificar una inclinación o
preferencia sexual, los homosexuales jamás escogeríamos pagar las rigurosas
penalidades que nos ha impuesto la sociedad ni soportaríamos el tósigo que nos
aflige la vida. Por lo tanto, preferiría que se utilice el término orientación
sexual.
Luis Manuel Martínez Lebrón
De acuerdo, y
¿entonces? Trato de que amplíe más su pensamiento:
Bueno, en cuanto a la creación de una célula social
diferente, debemos recordar que en pequeña escala, todos nacemos dentro de una
estructura familiar; pero en gran escala todos vivimos dentro de una estructura
social mucho mayor. Cuando algún miembro de esas estructuras rompe los patrones
preestablecidos se desproporcionan los vínculos de la seguridad, la protección
y la socialización. Por lo tanto, los homosexuales son obligados a organizarse
en grupos sociales cerrados y ocultos para poder así suplir las necesidades del
grupo minoritario y vencer las dificultades que les imponen la sociedad, la
familia y la Iglesia.
Por tanto,
coincidimos en que existe la marginalidad, ¿no es cierto?
¡Sí! y por ende, esta marginalización impuesta por
la sociedad crea los fantasmas de mis historias: hombres que viven guardando el
incógnito de su verdadera identidad, pues viven atrapados —involuntariamente—
en una doble vida, ocultos en las sombras —como fantasmas— y terriblemente
atemorizados de la burla, la discriminación, el rechazo y, en muchos casos, la
violencia y agresión física. Debido a este hermetismo personal y emocional de
la comunidad LGBT, la estructura social se hunde más en la ignorancia acerca de
estos temas y en el desconocimiento del sufrimiento y la represión que sienten
estos seres humanos. Así que la mejor manera de adentrarnos en ese desconocido
submundo y conocer la vida espiritual, emocional o psicológica de los
homosexuales es a través del diálogo, la tolerancia, la aceptación y la
literatura.
Me parecen muy
acertados sus conceptos, y educativos en una realidad mal tratada por siglos.
Ahora bien, en cuanto a su persona, ¿por qué se dedica a una labor diferente a
su nivel profesional? ¿Encuentra en los viajes materia prima para sus cuentos?
Como mencioné antes, viajar fue mi primera pasión y,
aunque me estimula y satisface la idea de continuar enseñando, ahora me tomo un
tiempo para disfrutar de los viajes y escribir historias. Mientras estudiaba en
la universidad, la literatura satisfizo esa predilección de conocer otras tierras,
otros mundos, a través de la imaginación. Cuando la aerolínea me dio la
oportunidad de realizar mis sueños, no vacilé en aceptar el trabajo como
tripulante de cabina. Desde entonces y hasta el presente, la literatura ha sido
una realidad que entra en mi maleta cada vez que arribo a las ciudades del
mundo, que me esperan mensualmente.
Viajar
entonces, ¿lo enriquece en sus vivencias y le proporciona futuros personajes?
¡Claro! Puedo visitar Madrid, París, Buenos Aires o
cualquier otra metrópoli, aprovecho las conferencias lingüísticas y literarias
en sus universidades, asisto y disfruto observando obras de arte en el museo
del Prado o el Louvre, disfruto de las representaciones dramáticas en el Teatro
Colón, entro a las librerías locales para ojear las últimas propuestas
literarias, busco un generoso árbol, en algún tranquilo parque, y pretendo que
este me regale su sombra para leer un nuevo libro, paseo por las mismas aceras
que una vez pisó Lorca, Moliere o Neruda, y me divierto imaginando cuáles fueron
los cafés que despertaron sus creaciones literarias.
¡Genial! Es
toda una escuela ambulante, ¿no es cierto?, sonrío al indagar.
Sí, los viajes me proveen la materia prima para mis
cuentos, tengo que aceptar que estas experiencias enriquecedoras, a través del
mundo, son las que me nutren el espíritu, las ideas y me despiertan las ganas
de escribir y compartir mis vivencias con los demás. Pero insisto que no tuve
que salir de mi habitación para escribir las historias de El corazón de los fantasmas
pues el maltrato, las burlas, las humillaciones que viví durante mi
adolescencia (e incluso las homofóbicas y desmoralizadoras noticias que vemos
diariamente en la televisión, contra la comunidad LGBT) son suficientes para
encontrar materia prima, no solo para un libro de cuentos, sino para escribir
largas novelas de terror y de retroceso social.
Ha sido un
enorme placer compartir con usted durante esta entrevista, no le robo más su
precioso tiempo, pero me gustaría que nos adelante algo sobre su proyección de
futuro. ¿Tiene preparadas nuevas obras? ¿En qué etapa de la creación están, si
es que ya las tiene en proyecto? ¿Desearía agregar algo más antes de
despedirnos?, concluyo.
Debido a la fuerte carga social de este primer
libro, decidí relajar mis páginas y escribir sobre temas más livianos y que,
precisamente se relacionan y entrelazan mis dos pasiones: la literatura y la
aeronáutica. El título del nuevo libro, que ya casi termino, es “Azafatos: en
el cielo como en la tierra”. Este material será otra colección de cuentos sobre
personajes que trabajan, como tripulantes, en alguna aerolínea internacional, y
cuentan sus experiencias en vuelos o en sus estadías por el mundo. Las
historias están cargadas de intrigas, chismes, melodramas, suspenso y de una
buena dosis de comedia.
Antes de terminar, deseo añadir que es necesario
que, como comunidad LGBT, nos unamos, nos apoyemos y comencemos a educar a
nuestros familiares, amigos y a la sociedad, por medio de acciones positivas y
correctas. Considero que la homosexualidad no es sexo, desnudez, drogas,
perversión o pornografía; la homosexualidad es respeto a sí mismo, autoestima
saludable, aceptación personal, educación sexual, e igualdad social.
Por lo tanto,
la literatura es el arma suprema y más poderosa para educar con inteligencia y
sin bajeza; denunciar con paz y sin desorden, defender con palabras y sin
agresión. Además, la literatura LGBT lleva a cabo otras labores que nos
remuneran alegría y satisfacción personal a todos: porque despierta y alimenta
el espíritu creador del escritor, entretiene a nuestra comunidad gay local,
como también crea lazos de solidaridad con la comunidad gay internacional,
educa a la sociedad –por medio de las sensaciones y emociones que despierta el
arte- en temas tan controversiales, como el nuestro. De esta manera, lograremos
que nuestra comunidad LGBT sea libre, comprendida y respetada.
El libro se
puede adquirir por:
Margarita Polo Viamonte
Editorial
Voces de Hoy
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